Conocer a los votantes es esencial para desarrollar estrategias efectivas y precisas que te acerquen al cumplimiento de tus objetivos de campaña. El estudio de las variables demográficas y socioeconómicas, como la edad, el género, la religión y los ingresos económicos, se ha convertido en la base de toda investigación electoral. Sin embargo, hay otros factores que no deben pasar desapercibidos, como la psicografía.
La psicografía profundiza en la influencia que la personalidad, los valores y estilos de vida ejercen en los electores a la hora de decidir sus simpatías y antipatías hacia un candidato o partido político. Su implementación facilita la construcción de un diagnóstico integral y complementario al análisis sociodemográfico, lo que permite conocer en detalle al electorado.
La personalidad de un individuo condiciona su forma de pensar, sentir y actuar ante determinadas circunstancias. Conocerla en profundidad no solo ayuda a comprender el contexto político, sino que también sirve de insumo para el diseño de la personalidad que el candidato debe proyectar.
La personalidad del político tiene mucho valor si se gestiona de forma adecuada. Al identificar las características psicológicas del público de interés, se podrán diseñar arquetipos que sean útiles para que el candidato conecte con su electorado.
La integralidad de la psicografía permite relacionar estos insumos con los valores y creencias fundamentales que guían el comportamiento y las actitudes de una sociedad. Por tanto, la personalidad, los valores y los estilos de vida crean una triada categórica que enriquece el análisis para la construcción de tácticas y estrategias electorales.
No debemos olvidar que en toda contienda electoral, el candidato es un personaje que cuenta una historia que estimula emociones que motivan al voto. Por ende, su personalidad es el motor que marca el método y la forma precisa para persuadir a su público.
En la mente del votante suceden muchas cosas. Finalmente, es en su cerebro donde se disputa la verdadera batalla por el voto. En consecuencia, es el terreno donde las emociones, el estilo de vida, los valores y la personalidad convergen para condicionar sus decisiones políticas.
Entender el comportamiento electoral debe ser un ejercicio integral y transversal. No se debe olvidar que la forma en que las personas reciben, procesan y analizan la comunicación política está íntimamente vinculada a su personalidad.
El estudio de la psicografía puede implementarse a partir de herramientas cualitativas como grupos focales. En cuanto al estudio de la personalidad en segmentos masivos de votantes, la aplicación del test de personalidad Big Five es una herramienta útil, precisa y confiable.
El Big Five clasifica a los individuos objetos de estudio en cinco grandes rasgos de personalidad: escrupulosidad, apertura a la experiencia, amabilidad, estabilidad emocional y extraversión. Puede implementarse en una encuesta a través de la inclusión de una batería de preguntas que recopilan la información necesaria para un diagnóstico efectivo de los votantes.
La medición de valores y estilos de vida va en consonancia con las características contextuales y sociales de un segmento poblacional. Por lo tanto, su estudio debe gestionarse desde la integralidad junto a las demás variables demográficas y socioeconómicas.
En conclusión, comprender la personalidad de los votantes es clave para el éxito en una campaña electoral. Conocer sus valores, estilos de vida y características psicológicas nos permite diseñar estrategias efectivas que conecten con el electorado y generen afinidad. Integrar el análisis de la personalidad con variables demográficas nos brinda una visión completa del electorado y nos ayuda a persuadir y motivar al voto de manera precisa.