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La metáfora política

Presidente de Argentina, Javier Milei. Fuente GETTY IMAGES.

Recurso fundamental de la retórica clásica, se recupera con fuerza en los discursos políticos contemporáneos y se instala en el universo discursivo de los medios de comunicación y las redes sociales. 

Según las necesidades del orador y el espectáculo político que esté dispuesto a montar, la metáfora –o una multiplicidad de estas– se manifiesta intencionalmente en el discurso que la soporta y desde el cual espera contribuir a la construcción planificada de una narrativa política. Antes de esto, una serie de condiciones preparan el contexto y construyen la mística del momento: expectativas públicas, especulaciones mediáticas, opiniones de propios y ajenos, secretismo, la puesta en marcha de una ingeniería teatral con la disposición de un escenario físico, luces, atril, arenga, la presencia del gran protagonista, su equipo y sus antagonistas. 

Recientemente, tanto los ciudadanos argentinos como los del mundo, vimos esa puesta en escena e ingeniería discursiva en la 142º Apertura de Sesiones Ordinarias del Congreso de la Nación Argentina, con un primer discurso presidencial acelerado en términos de estilo y suministro de la información, pero prolijo en su exposición, con ideas ordenadas y definiciones políticas claras. Más claras en lo declarativo que en las decisiones de fondo, acerca de cómo resolver los problemas cotidianos y acuciantes de los argentinos.

Un discurso que tuvo tópicos semánticos definidos, generalmente orientados a: señalar la “pesada herencia” recibida; denunciar y diferenciarse de la “casta” política argentina; reforzar una autodefinición de lo que somos y no somos (centrada, principalmente, en la figura del Presidente); mostrar lo actuado en 82 días con insistente manejo de datos y estrategias de veracidad; y sentar las bases de lo que será el Pacto de Mayo (un encuentro presuntamente federal en el interior del país, para refundar las políticas centrales que guiarán el destino de los argentinos en los próximos años). 

Para esto, se valió de todo tipo de estrategias discursivas, sobrecargando el discurso de estilismo: adjetivaciones, axiología positiva/negativa, datos numéricos, estadísticas, siglas y metáforas que fueron construyendo el sentido de los principales ejes de su mensaje. 

La metáfora como recurso literario y semántico, como figura retórica, nos abre la posibilidad de conectar con sistemas conceptuales en un marco cognitivo-interpretativo. Es el arte de decir algo, sustituyéndolo por otra cosa con la que encuentra alguna relación. Hay una cualidad de una cosa o hecho que, en forma figurada, se traslada a otra con la que tiene relación o la representa.   

Lo incuestionable de esta figura retórica es su amplio uso en política, su atractivo estético y su capacidad de perdurar en la memoria, ya que genera una imagen mental atractiva que incluso se proyecta a otros soportes y formatos como lo son, en la comunicación moderna, la imagen gráfica de un meme o el lenguaje escrito de la prensa.    

El lenguaje metafórico de Javier Milei

Si pensamos en clave aristotélica, las metáforas son un elemento de la “elocutio” que es la etapa de producción de un discurso en la que se define la forma de expresar las ideas procurando pureza gramatical y léxica. Aquí es necesario detenerse en la selección de palabras de acuerdo al auditorio, optar por el uso de conceptos apropiados, reparar en el estilo y la elegancia. Sin embargo, esto no quiere decir que no se puedan usar estrategias consideradas estética y “moralmente” excesivas, o poco estéticas.   

Como sabemos, la “elocutio” es posterior a la “inventio” –búsqueda y selección de contenidos para justificar y defender posicionamientos– y de la “dispositio” –momento de organización de los contenidos y argumentos para exponer, refutar, probar de forma eficaz–. A la “elocutio” le sigue la “memoria” –que permite manifestarlo en forma oral– y el “actio o pronuntiatio” que consiste en la puesta de escena (tono, gestualidad del cuerpo y modulación de la voz).

La metáfora como forma de expresar una idea y como cualquier figura retórica busca embellecer el discurso, atrapar al espectador con una imagen visual o representación mental y en un sentido específico al que se llega fusionando tres elementos: el término en sí (de lo que se habla), el término imaginario (aquello a lo que se asemeja) y el vínculo entre ambos a partir de la analogía o semejanza. Esta construcción es de gran interés en la retórica política, para expresar lo que se quiere decir, sin decirlo; o para decir lo que no se quiere decir y que, finalmente, se dice. 

Algunos pasajes metafóricos del discurso de Javier Milei en su primera apertura de sesiones, correspondiente al 1 de marzo de 2024, dan cuenta de la potencia política y retórica de este recurso literario:

“Los últimos 20 años han sido (…) una orgía de gasto público (…)” Metáfora sexualizada con valoración moral, aspecto que se convierte en una característica recurrente de sus alocuciones.    

“Entiendo que algunos políticos suman con dificultad”, presumiendo posibles dificultades intelectuales o discapacidad.  

“(…) pedirles que computen una función de crecimiento geométrico es un oxímoron para aquellos que no la han visto, no la ven y no la verán.” Referencia a la figura retórica que combina, en una misma estructura sintáctica, dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido. Reforzada por la omisión sobre qué es aquello que no ven y que se entiende como la solución o la salida a la situación económica actual. 

Otras citas metafóricas, con carga valorativa negativa, son, “se van metalizando algunos síntomas rezagados del caos económico”, “el indicador más descarnado de la herencia”, “buena parte es asistencia que funciona como botín de guerra”, “mercado laboral congelado”, “sistema previsional quebrado”, “moratorias que son una afrenta moral”, “pulveriza sus ingresos”, “que los jubilados no sean víctimas de los desaguisados de la política”, “fuerzas de seguridad maltratadas y pisoteadas por los gobiernos anteriores que los ataron de mano”, “dato desgarrador”, “formadores de opinión ensobrados”, “empresarios prebendarios”, “un sistema en bancarrota moral e intrínsecamente injusto”, “casta privilegiada que viven como si fueran monarcas” (la metáfora como comparación), “hablar mal de la corona en un chat privado” (corona = Gerardo Morales), “una década de caída libre a la miseria”, “salir del pozo”, “empleados públicos fantasmas”, “intermediarios de la pobreza”, “festival de los vehículos oficiales”.

A las que se pueden sumar:

“(…) las acciones vuelan por las nubes, pese a los intentos de algunos degenerados Fiscales por sabotear el futuro de los argentinos de bien”, “no podemos permitir más que (…) usen a los estudiantes como rehenes”, “(…) le sacará el arma de la mano a los sindicatos (…)”, “el rol de policía del pensamiento” (sobre el INADI), “Todos los economistas serios del mundo, salvo algunos perros falderos de la política

Argentina (…)”, entre otras.

Y siguen otras que merecen ser destacadas:

 “(…) si hubiéramos hecho las cosas como un país mediocre hubiéramos tenido 30.000 muertos de verdad, mientras que tuvimos 130.000”. Esta expresión no solo es una  reafirmación de una visión personal de Argentina como país mediocre a la hora de gestionar la pandemia, sino que cae en la ironía sobre los 30.000 desaparecidos de la dictadura militar sobre los que arroja un aire de duda al reforzar la expresión “de verdad”. Prima el recurso de la ironía aunque la metáfora podría estar en “país mediocre”.     

Un Estado (…) diseñado no para cumplir sus funciones básicas, sino para generar un kiosco en cada lugar donde sea posible”; “(…) el estado: una organización criminal (…) diseñado para que en cada operación haya una coima”. El Estado es reemplazado por kiosco y organización criminal en abierta referencia a la corrupción. 

“(…) terminar con el régimen de apartheid político”, como metáfora de la separación o apartheid racial pero esta vez provocada por la separación casta / pueblo, políticos / ciudadanos “en que los políticos y sus amigos son ciudadanos de primera y los argentinos de bien son ciudadanos de segunda”.  

(…) reaparición de los jinetes del fracaso”, en referencia explícita a Sergio Massa, Pablo Moyano, Juan Grabois y Máximo Kirchner. 

“íbamos a tener que pagar los costos de la fiesta obscena que muchos de ustedes realizaron”, interpelando metafórica y moralmente a los legisladores presentes en el recinto, que en ese momento representaban la “casta política”. 

“Miro a la Argentina y veo un país con (…) un espíritu hambriento de prosperidad, pero encerrado, encorsetado y reprimido por un modelo que solo puede conducir al fracaso”. Aquí se da una concatenación de metáforas.

Finalmente, aunque predomina la metáfora con sentido negativo y fines de exaltación y dramatismo, existen algunas pocas intervenciones con carga axiológica positiva:  

(…) nos encontremos el próximo 25 de mayo en la provincia de Córdoba para la firma de un nuevo contrato social llamado Pacto de Mayo”. En este fragmento, se da la metáfora más evocativa, que constituye un acto político per se, en cuanto a que la fecha “25 de mayo” es muy representativa para los argentinos por conmemorarse la Revolución de Mayo de 1810. En aquel momento, se formó el Primer Gobierno Patrio y se inició el camino hacia la Independencia.

En el plano económico, comenzamos por destruir el huevo de la serpiente: el déficit fiscal”, “Argentina (…) un faro de calidad educativa”, “firmamos un contrato electoral de esfuerzo y sacrificio”, “si bien ha habido licuación, ha habido mucho más de motosierra, todo para la política” (lo que el pueblo espera). 

El déficit fiscal y la lucha contra la alta presión fiscal son para nosotros la madre de todas las batallas.

(…) hemos podido resolver el problema de la deuda de los importadores, que era una espada de Damocles de 42 mil millones de dólares que colgaba sobre la cabeza de todos los argentinos.”

nos comprometimos a terminar de una vez y para siempre con el negocio de los gerentes de la pobreza

“(…) firmamos también un mega decreto de necesidad y urgencia para, por primera

vez en tres décadas, devolverle la libertad a los argentinos (…)”

Nosotros no vinimos a jugar el juego mediocre de la política, no vinimos a prestarnos al toma y daca de siempre, a emular esos políticos que supeditan sus proyectos al intercambio de favores, cargos y negocios” (concatenación de metáforas)

“(…) nosotros cuando nos encontramos con un obstáculo, no vamos a dar marcha atrás, vamos a seguir acelerando”, “lo único que tenemos es sed de cambio”, 

El canto de las sirenas

Hay quienes dicen que la retórica de la actualidad está en crisis por reducir su esencia argumentativa a meras figuras de estilo. El argumento, pierde frente al estilo. Sin embargo, ya no será posible argumentar sin detenernos en las figuras retóricas puestas al servicio de la argumentación porque estas, además de estar muy vivas, se materializan en un sinfín de unidades semánticas replicadas en la prensa y en las redes sociales con el don de la viralidad, la creatividad y la tecnología.   

Al parecer, la retórica del orador ya no estará al servicio de la construcción de consensos ni de la popularidad, sino al servicio de los estilos y efectos efímeros y memorables para las audiencias: 

La búsqueda de popularidad es un mal consejo para un líder. Nosotros no escuchamos esos cantos de sirena, no gobernamos para ser populares ni hoy ni mañana. Gobernamos para todos los argentinos, incluso para los argentinos que aún no nacieron”.

Finalmente, la metáfora esperanzadora de cierre “(…) por más oscura que sea la noche, siempre sale el sol por la mañana.”

Gabriela Pérez Carretta

Comunicadora Social. Posgrados en Periodismo Político y Digital, Marketing Digital, Comunicación y Género. Asesora en comunicación gubernamental y digital.

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Comments

Carla Zencich

Sin desperdicio! Clarísima la metáfora política.

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