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Un gobierno saludable se construye desde la campaña electoral

Cortesía Flickr.

Las promesas generan expectativas que, a su vez, mueven emociones que posicionan percepciones en torno a candidatos o gestiones gubernamentales. De ellas surge la aceptación, la confianza o el repudio de una persona hacia la política. Lo peor que puede pasar: es incumplirlas.

Toda campaña electoral cuenta con propuestas atractivas que conectan, forman expectativas y persuaden, sin embargo, no todas las que cumplen estos requisitos son realizables en el tiempo o realistas con relación al contexto.

Un triunfo electoral construido sobre la base de propuestas irrealizables genera administraciones públicas débiles, destinadas al desgaste prematuro y a la desconfianza ciudadana.

Aunque este mecanismo es funcional y puede permitirte alcanzar objetivos políticos cortoplacistas como: ganar una elección, salir bien librado de un mitin o de una visita a un segmento del electorado de interés, el problema aparecerá después, cuando asumes el cargo y no puedes satisfacer las expectativas generadas.

Cada acción produce consecuencias, por eso, las promesas que se diseñan desde los equipos de campaña deben sustentarse en el cálculo previo del impacto económico, político y social que generará su implementación luego de ganar una elección.

Una gestión saludable se construye desde la campaña misma y actuar en consecuencia también es un ejercicio de anticipación estratégica, que marca el camino más seguro para enfrentar los comicios y asumir la responsabilidad pública.

La planificación como mecanismo riguroso para darle coherencia a tu proyecto, es una pieza que permitirá anticiparte a la demagogia o a la elaboración de promesas que no podrás cumplir.

Una promesa de campaña no debe surgir para llenar un vacío narrativo en una disputa electoral o como un vehículo cuyo fin único sea ganar una elección, sino para sentar las bases de una candidatura coherente ante la contienda y sólida de cara a la gestión estatal.

No olvides que tu gestión de gobierno será evaluada a partir de las expectativas que generaste y que tus adversarios estarán atentos para recordarle a tus votantes cuando no puedas cumplir lo prometido.

Pero este patrón no solo sucede en campañas electorales, también se da en administraciones gubernamentales. La forma más común: a través del planteamiento de reformas a leyes o políticas públicas que a la larga se incumplen.

Son posiciones que generan simpatía temporal: proselitismo, populismo (de derechas o izquierdas) o medidas para salir de una crisis. Omitir sus consecuencias, puede abrir un camino peligroso que pondrá en riesgo tu proyecto político a mediano plazo.

El ejercicio ideal de la función pública descansa sobre la generación de confianza, cercanía y credibilidad, percepción que será difícil de sostener, si no puedes cumplir lo que prometes. Por tanto, hacer realidad tus promesas te posicionará como un político creíble y, en consecuencia, permitirá que tu proyecto político avance con fortaleza.

Por eso, cuando hagas promesas electorales o gubernamentales habla con la verdad y si tu propuesta no es fácil de materializar, plantea el camino, define el tiempo, advierte sus riesgos, explica la forma, las acciones y las consecuencias que pueden presentarse. Pero nunca propongas algo que no podrás cumplir.

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