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Las agendas de género en la nueva encrucijada argentina

Fotografía: Viento Sur.

Pasaron debates, elecciones y llegó un nuevo gobierno. Pero en cada uno de esos momentos, los asuntos de género estuvieron entre los grandes temas ausentes.

En los últimos años, Argentina estuvo entre los principales países en América Latina en poner en su agenda política, social y cultural la discusión sobre género, violencia de género, igualdad, paridad e incluso avanzó en la institucionalización de un marco normativo sobre perspectiva de género y derechos de las mujeres y diversidades.

Décadas atrás, en 1996, Argentina se incorporó, por ejemplo, como Estado Parte del Convenio Multilateral de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer –de Belém do Pará (1994)– y en 2006 cuando se ratificó por Ley homónima el Protocolo Facultativo de la CEDAW (1999) que otorgó competencias a su Comité para aplicar mecanismos de denuncias de individuos e  investigación de violaciones graves o sistemáticas de los derechos en él enunciados.

Al tiempo, Argentina sumó otros avances legales en el marco de políticas de género como la Ley N° 26.485 de Protección Integral (2009), que reconoce tipos y modalidades de violencia: entre ellos la violencia simbólica. La Ley No 27.501 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (2019) que suma el concepto de “violencia política” a la tipificación existente.

En el ámbito de protección de la salud, el país del hemisferio sur sancionó la Ley No 27.610 de Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) que plantea la obligatoriedad de brindar cobertura integral y gratuita (2020). En materia de salud, educación y transversalización de la perspectiva de género, promovió la Ley No 26.150 de Educación Sexual Integral (2006) que fomenta actitudes responsables ante la sexualidad, los comportamientos sexistas, las violencias machistas y la estereotipación de género.

Mientras que en relación a los derechos civiles, Argentina estableció la Ley del Matrimonio Igualitario (2010) que contempló la unificación de aportes para obra social, el recibir herencia y poder obtener la calidad de familiar a cargo del/a otro/a cónyuge. También la Ley No 26.743 de Identidad de Género (2012) que permite la rectificación registral del sexo y del nombre de pila e imagen, cuando no coincidan con su identidad de género autopercibida.

O la Ley No 27.412 de Paridad de Género en Ámbitos de Representación Política (2017), conocida comúnmente como “Ley de cupo” cuyo principal objetivo fue garantizar la ocupación equitativa de la misma cantidad de bancas en órganos legislativos, tanto para el género femenino como para el masculino. Y entre las últimas, la Ley No 27.499 Micaela (2018), que estableció la capacitación obligatoria en género para todas las personas que integran los tres poderes del Estado. Y, recientemente, la Ley Olimpia Nº27.736 contra la violencia hacia las mujeres en entornos digitales.

Pese a todos estos avances en materia de legislación y un sinfín de políticas públicas de género, el escenario electoral del año 2023 dejó un vacio total en la construcción de lo que viene sobre esta temática y lo redujo a chicanas esporádicas e indiferencia entre los principales candidatos.

En los debates Presidenciales

Ni Sergio Massa (Unión por la Patria), ni Javier Milei (La Libertad Avanza), ni Patricia Bullrich (Juntos por el Cambio) encontraron la forma de dar a conocer sus propuestas, si es que las tuvieran, para abordar la equidad entre los géneros y la inclusión de las diversidades en el marco de la campaña hacia la Casa Rosada. Sin embargo, en el primer y segundo debate pudieron expresarse –según una ajustada agenda determinada por la Cámara Nacional Electoral– sobre economía, educación, derechos humanos y convivencia democrática, seguridad, trabajo y producción, desarrollo humano, vivienda y protección del ambiente.

A pesar de que existió el eje “derechos humanos y convivencia democrática”, las alocuciones se redujeron a un par de cruces entre Myriam Bregman (Frente de Izquierda y de los Trabajadores) y el actual presidente Javier Milei en el primer debate, cuando la primera introdujo el tema: “Todos los estudios demuestran la existencia de la brecha salarial entre hombres y mujeres. En Argentina las mujeres tenemos que trabajar 8 días más al mes para igualar el salario de un varón. ¿Usted niega el patriarcado por ignorancia o por machismo?”

La respuesta no se hizo esperar “Mire Bregman lo niego por la evidencia empírica, ¿sabe qué? Cuando Usted desagrega los promedios y toma profesión por profesión, la desigualdad desaparece. Pero si usted tuviera razón y los malditos capitalistas explotadores a los que usted hace alusión, que solo quieren ganar plata, si lo que usted dice fuera cierto, Usted tendría que entrar en una empresa y deberían ser todas mujeres. ¿Adivine qué va a encontrar? Ah claro, usted no sabe lo que es ir a una empresa. Pero, ¿sabe qué? Va a haber mitad hombres, mitad mujeres. Es decir, su teoría se cae con los datos. Gracias”

Ni datos reales, ni información chequeable. Nada que al votante le diera la certeza de  vivir en un país con equidad en la inserción laboral de las mujeres y en un país sin brecha salarial. Menos esperable aún, hubiera sido poder hablar de la tasa de empleo para diversidades y disidencias. Para poner luz sobre esa realidad, e incluso a escala internacional, la evidencia llegó con la entrega del Nobel en Economía a la investigadora estadounidense feminista Claudia Goldin por sus estudios sobre brecha salarial de género, en el mercado laboral norteamericano. Con el aporte de información de más de 200 años.

Pero el desconocimiento o rechazo de algunos datos sociales e históricos fueron un diferencial, así como la apatía evidenciada en algunos videos de Tik Tok donde se  puede ver a Javier Milei negando el techo de cristal e intentando despegarse de opiniones arbitrarias y confusas sobre homosexualidad y matrimonio igualitario. Habrá que ver qué valor adquieren ahora, durante la gestión, lejos de lo que se dice para lograr resultados electorales.

El siguiente intercambio, tuvo lugar en un derecho a réplica sobre el eje “Trabajo y Producción” en el marco del segundo debate presidencial, cuando Sergio Massa ensayó un límite para Javier Milei: “Hasta acá llegaste. Dejá de faltarle el respeto a las mujeres porque me parece que, más allá de que piensen distinto, tienen derecho a opinar distinto a vos. Y me parece que muestra tu rasgo autoritario.”

Luego, el por entonces Ministro de Economía profundizó su intervención con una interpretación sobre la propuesta de Javier Milei: “Quiero dejar bien claro que lo que está planteando Milei básicamente es un mercado de trabajo donde las mujeres no tienen posibilidades de desarrollo, donde los más jóvenes tienen que ir al mercado precario de salario, donde los trabajadores pierden sus derechos a las vacaciones pagas y su derecho a la indemnizaciones. Y sobre todas las cosas, volvemos a un régimen de esclavitud que es lo que está planteando cuando habla de volver a 100 años para atrás”.

Minutos antes Massa había señalado entre sus propuestas la necesidad de impulsar la obligatoriedad de que las empresas paguen la misma remuneración a hombres y mujeres por la misma tarea. Y jerarquizó el rol de las mujeres en el mundo del trabajo que hoy son “discriminadas en el salario”.

La escena final la protagonizó Patricia Bullrich aunque lejos de sentar bases con propuestas que pudieran representar un horizonte prometedor en políticas de género y empleo. El acto contra Milei y Massa cerró con: “Mostrás motosierra, violencia a los jóvenes y agredís a las mujeres. Y no necesitamos Massa que vos nos defiendas, nos defendemos solas, tenelo clarito.” Horas después, Bullrich zanjó las diferencias con Milei configurando la alianza que influyó sobre su victoria y la condujo a Gabinete Presidencial como Ministra de Seguridad.

De lo que no se habla

Las políticas de género, la igualdad en todo tipo de acceso, la inserción laboral de mujeres y diversidades, la discusión por la brecha salarial y los cuerpos, entre otros temas, se esfumaron entre los papeles de villano, superhéroe protector y superchica –sobreactuados en los debates pero ausentes en la campaña– y algunos títulos para X, memes y videos de Tik Tok.

Ninguno de los candidatos fue capaz de poner estos temas en la agenda electoral como si el mundo no hubiera avanzado en materia de derechos para las mujeres y diversidades, como si siglos de historia no bastaran o como si los asuntos de género no importaran en los frames de las izquierdas y las derechas.

El dato más certero a la fecha es que, como presidente en funciones, Javier Milei está en proceso de reducir el Estado. Con ese argumento y otros, degradó el Ministerio de las Mujeres y nadie habla, al menos por ahora, de políticas de género. Como quiera que sea, las agendas de género deberán sortear un nuevo escenario: incierto, silencioso y, esperemos, sin retrocesos históricos y sociales.

Gabriela Pérez Carretta

Comunicadora Social. Posgrados en Periodismo Político y Digital, Marketing Digital, Comunicación y Género. Asesora en comunicación gubernamental y digital.

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