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Comunicación política en los márgenes

Cuando algunos límites se borran, corren o desdibujan solo queda detenerse para barajar y dar de nuevo. Luego, hay que iniciar la aventura de observar, protagonizar, investigar y reescribir.

¿Qué sensaciones quedan entre los estudiosos de la comunicación política cuando aparece un líder como Javier Milei y llega al más honroso cargo? Analizar aspectos de la comunicación política en la Argentina actual es siempre una buena tarea para comunicadores, politólogos, sociólogos, consultores, propios y ajenos.

Pese a que los aspectos expuestos aquí no surgen de una investigación con rigor científico, se puede decir que existen ciertos consensos profesionales entre quienes trabajan y estudian la comunicación política en relación al caso argentino. Opiniones, puntos de vista y argumentos que, en reiteradas ocasiones, son expuestos en jornadas, conversatorios, encuentros profesionales y artículos periodísticos.

El primer consenso ineludible, para partir de una idea general, es que todos los argentinos y argentinas necesitamos que le vaya bien al país y que, finalmente, se pueda encaminar hacia una situación menos dolorosa para su gente. 

Expuesto así, se entiende también que el camino recorrido hasta aquí estuvo plagado de altibajos y que gran parte de la ciudadanía había alcanzado un grado importante de irascibilidad en relación a la política y los/as políticos/as.    

Pero entrando, específicamente en lo comunicacional, casi nadie discute que Presidencia de la Nación Argentina y el propio presidente Javier Milei comunican por fuera de los márgenes, formas, modelos y teorías convencionales, sobre los que había cierto consenso teórico, académico y profesional “al menos en Argentina”, agregaría Maximiliano Aguiar, presidente de la Asociación Argentina de Consultores Políticos (ASACOP).

Sobre los márgenes difusos

Asistimos a una evidente ruptura en relación a los paradigmas pero también en relación a lo institucional, una  tendencia a la “disrupción permanente”, a generar “disensos”, “rupturas”, “shock” en la sociedad más que a tratar de generar “consensos”. Y que los consensos logrados, respecto de algunos temas, son endebles o bien sostenidos por el núcleo duro del presidente Javier Milei.

Podemos decir que tampoco hay difusión de los argumentos que sostienen algunas decisiones en términos de políticas públicas o que su difusión, conforme la situación, es casi nula. Más allá de las políticas económicas que podrían considerarse las más argumentadas pero que están cargadas de tecnicismos y fundamentos ultra personalistas. Hemos escuchado decir muchas veces porque “es la decisión del presidente Javier Milei” y “fin”.

Y con este punto suceden dos cosas que nos conducen a ciertos interrogantes: ¿podemos decir que los/as argentinos/as estamos frente a un modelo de gobierno que tiene como pilares centrales de la gestión el diseño e implementación de políticas públicas?, ¿se puede gobernar sin políticas públicas o sólo priorizando políticas económicas?

Por otra parte, ¿no habría que preguntarse si una serie de decisiones económicas son realmente una política económica? Pero, entendamos que sí para no caer en juicios anticipados.

La pregunta que sigue es, si cuando la ciudadanía argentina empiece a ver resultados palpables en la vida cotidiana, ¿no será tarde para tomar otras decisiones urgentes? Por ejemplo, las vinculadas a políticas de generación de empleo, sanitarias, gestión de recursos naturales, etc. Respuestas que se harán esperar, sin dudas.

Pero volviendo al eje de lo estrictamente comunicacional, también hemos detectado algunos otros consensos, más allá de que quizás no todos los consultores esten de acuerdo. Algunos hemos coincido en que, por lo general, prima:

•        Una comunicación profundamente electoralizada.

•        Destinada al mismo núcleo duro que avala y acompaña desde tiempos electorales.

•        Compleja, porque siempre va por más, buscando imponer los temas de la agenda pública, que le rinden más a él a título personal o a un grupo pero que no le rinden a los argentinos/as en la cotidianeidad.

•        Peleas permanentes con sectores de la sociedad: artistas, científicos, académicos, políticos, empresarios, etc.

•        Una comunicación “sobregirada” porque tiene una altísima aceleración. Parte de la estrategia es bombardear permanentemente con mensajes, un tema nuevo todos los días y esto a su vez instala un altísimo nivel de expectativas respecto del rumbo del país y de los resultados de las decisiones que se toman.

•        Por momentos invasiva y con niveles de agresividad.

•        La humillación, la ironía y la ridiculización son otros recursos frecuentes.

•        No gradualista. No hay término medio ni en los temas, ni en las formas, ni en las políticas, aparentemente, por ahora. Con lo que sostiene el espíritu confrontativo y contrastivo de su campaña, aún estando en gobierno.

•        Una comunicación que todo el tiempo está resignificando, generando nuevas representaciones, conceptos e instalando controversias:

  • Resignificación de espacios públicos. Ejemplo: Salón de las Mujeres por el Salón de los Patriotas (esto fue leído públicamente como un distanciamiento al reconocimiento de las mujeres y una provocación para los feminismos); el ex Centro Cultural Kirchner por el ahora “Palacio Libertad” (contraponiéndose al personalismo kirchnerista); el Salón de los Pueblos Originarios por el de los Héroes de Malvinas, entre otros.
  • Resignificación histórica. Ejemplo: “La verdad completa” del 24 de marzo en la que se incluye la perspectiva de los sectores otrora acusados como victimarios y con la que puso en dudas, nuevamente, el número de desaparecidos de la última dictadura militar.
  • Resignificación de personajes históricos como los presidentes Julio Argentino Roca y Carlos Saúl Menem. El primero, protagonista de la generación del 80 a quien Milei le reconoció sentar las bases para el desarrollo territorial del país. Y el segundo, a quien consideró “el mejor presidente de los últimos 40 años” y destacó aspectos de su política económica, institucional e internacional.

•          Lo que evidencia la puesta en marcha de una gran ingeniería discursiva a favor de la narrativa o relato libertario. Sí, relato, aunque la ciudadanía lo tenga mal visto, todos necesitan una historia que contar.

•        Una comunicación sin pretensión de verdad en algunos casos o una verdad pragmática funcional a los intereses personales y de gestión.

•        Finalmente, una comunicación que entendió los códigos del ecosistema digital como ninguna: memes e inteligencia artificial, que funcionaron en campaña y que refuerzan los ideales, valores y acciones en gestión.

         A los factores expuestos, se suma un liderazgo mesiánico, unidireccional, calculado y poco dialoguista, que decanta también en una comunicación mesiánica marcada por la superioridad intelectual y moral del líder, según su propio pensamiento.

         Javier Milei asoma como un gran conocedor de lo económico pero, por otro lado, como el líder informal, descontracturado y conocer de los efectos mediáticos y digitales de sus palabras, lo que le vale miles de seguidores reales y no tanto.   

         Los márgenes tradicionales de la comunicación política argentina abiertamente desafiados por una forma nueva, diferente y rendidora de captar la atención y lograr sostener aprobación pública.

Blanco sobre negro…

         Pero el diferencial no está en lo consensuado y visto, sino en cómo a pesar de que se rompieron las reglas y pasaron los límites convencionales (es decir, para lo que generalmente se venía haciendo en Argentina), la nueva estrategia –porque la tiene–, le da muy buenos resultados en sus primeros meses de mandato.

         A pesar de las rupturas o de mantenerse en los márgenes entre lo bueno y lo malo, lo visto y no visto, lo profesional y lo amateurs, e incluso ante la duda de si es estratégico o no tiene estrategia, el modelo implementado le resulta a favor. Aunque aún hay que ver su performance si con el tiempo y el rumbo, descienden los niveles de aprobación y si, finalmente, aparece un mejor rumbo para el país o no.    

         Su éxito en lo electoral no está en dudas porque supo hacerse eco de las demandas económicas y del odio hacia la clase política argentina para llegar a la presidencia. Con errores y aciertos, pudo encontrar el mensaje, definir cómo y cuándo emitirlo y determinar con precisión a través de qué mecanismos difundirlos.

         Mientras, su éxito comunicacional y, lo que es aún más importante, el éxito de su gestión al frente del gobierno nacional tiene mucho camino por recorrer. Pero a pesar de lo poco convencional de sus formas, el shock, lo populista o mesiánico de su perfil e, incluso, algunas medidas repudiables para un sector pero aplaudidas por otro, su imagen sigue gozando de buena salud. Aún cuando empezaron a llegarle algunos golpes  como la marcha universitaria en defensa del presupuesto destinado a la educación pública.

         No sólo logra apoyo del sector económico sino que logra lo que ninguno logró antes: que los argentinos y argentinas estén dispuestos a soportar ajustes económicos de alto impacto con la promesa de que habrá un mañana mejor.

         Recientemente, la consultora argentina Delfos, dio a conocer un cambio en la tendencia de la imagen y aprobación de la gestión de Javier Milei que volvió a una situación similar al ballotage, superando el balance negativo de hace unos meses. Pero, ¿qué sostiene ese apoyo? La idea de que el presidente podrá bajar la inflación que aparentemente comienza a tener indicadores visibles, su presunta honestidad y el cumplimiento de su palabra.

         Sin embargo, según surge de la investigación dirigida por el consultor Luis DallAglio, este mejoramiento en las opiniones sobre el gobierno nacional, no alcanza a modificar la imagen política de Milei que sigue dividiendo al país. Por el momento, para la mayoría de los argentinos, el país, la economía y las relaciones exteriores van en una dirección correcta, a excepción de la situación social que no logra superar el 50 por ciento como valoración positiva.

         La gestión de Javier Milei defiende el dominio de la agenda pública y la centralidad de las medidas económicas como el principio del fin de cualquier penuria nacional y se prepara para duelos electorales donde ya imagina algunos adversarios. 

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