Los resultados de la última publicación del Latinobarómetro son muy ilustrativos del deterioro de la Democracia entre los ciudadanos de nuestros países, lo que plantea riesgos y desafíos de alta gravedad, en cuya solución tendríamos que involucrarnos todos los ciudadanos, ya que como bien se dice “la política es tan importante que no debemos dejarla en las manos de los políticos”.
Es claro que la democracia pierde apoyos entre otras causas por el deterioro de la confianza social en los partidos y la clase política, que se han desvinculado de la población y se han involucrado excesivamente con la corrupción.
Así, se observa un alejamiento de la ciudadanía de la participación política, misma que no se debe limitar a la emisión del voto (que ha caído dramáticamente) sino sobre todo en la supervisión de todas las acciones que los gobernantes ejecutan en su nombre.
La gobernanza, la supervisión sobre toda obra de impacto comunitario, la evaluación constante de la gestión pública y la exigencia drástica de la rendición de cuentas a todos los niveles, forman parte de las tareas que los partidos deberían alentar en la ciudadanía.
En consecuencia, el “divorcio” entre la ciudadanía y los partidos debilita la calidad de la democracia, incluso en lo más básico que es la votación efectiva en las urnas, que proceso tras proceso va en claro declive.
En el caso de México, luego de la contundente victoria del actual presidente de la República en 2018, ya para 2019 hubo elecciones de gobernador con participaciones extremadamente bajas, hasta por debajo del 30% del padrón ciudadano.
Si bien en lo esencial las elecciones democráticas se ganan “hasta por un voto”, el crecimiento brutal de la abstención debería ocupar a los partidos políticos, ya que los resultados de las elecciones más desairadas son legales, pero la legitimidad democrática queda muy debilitada.
Un punto a revisar es la pertinencia de hacer obligatorio el voto, es decir, que además de un derecho sea imperativo que los ciudadanos acudan a las urnas. Esa alternativa despierta pruritos en quienes ven la obligación como un ataque a los derechos de los ciudadanos a abstenerse. Sin embargo, es un tema que amerita una discusión más profunda y libre de prejuicios.
En la teoría electoral, se esgrime el concepto “abstención activa”, connotando que “algo dice” el que se abstiene al no acudir a votar. Sin embargo, en las deliberaciones de los cuerpos colegiados las abstenciones se suman a la mayoría, algo así como el que calla otorga.
Incentivar la participación electoral sería un término menos agresivo y propiamente es obligación básica de los partidos políticos y las autoridades electorales. Sin embargo, al menos en México, ni partidos ni autoridades electorales se ocupan siquiera de informar y capacitar a los ciudadanos, mucho menos se han puesto a trabajar en crearles interés y necesidad de ir a votar.
Por otra parte, la alta abstención encarece el costo de cada voto emitido. Es brutal el gasto en las estructuras burocráticas, los aparatos desplegados en cada proceso vs los escasos sufragios.
Un estudio elaborado por la BBC de Londres en 2016 sobre el costo del voto en diversos países del mundo, apuntó que en el caso de México cada voto emitido costaba 18 dólares, infinitamente superior al de Brasil de 29 centavos de dólar. Los costos del voto en Francia 1.88 y Rusia 0.44 dólares, según la misma fuente.
Apresurando conclusiones, podríamos estimar que la abismal diferencia entre los costos de cada voto emitido en México y Brasil, pudiera tener algún grado de causa en el hecho de que el voto en Brasil es obligatorio mientras que en México existe el derecho de abstenerse, ya que no se fijan sanciones por no acudir a las urnas.
Al margen de las anteriores y muchas más consideraciones, lo que debe ocuparnos a todos, como ciudadanos, a los partidos políticos, los organismos electorales y la llamada clase política es crear los incentivos indispensables para que la ciudadanía acuda a votar y se involucre en la supervisión y la exigencia de resultados a los gobernantes y representantes populares.
Algo debemos aportar todos para que no lleguemos al extremo de democracias sin demócratas.