La retórica es cultura, caso AMLO.

El momento político en el cual se encuentra inmerso México es uno interesante, un momento digno de análisis.

El Ejecutivo Federal se encuentra a cargo de uno de los mejores candidatos que se ha visto en la historia contemporánea del país; recalco el término “candidato”, esto para recordar la importancia de distinción entre evaluar a un actor político como candidato, y por otro lado, su evaluación como funcionario. 

Habiendo precisado lo anterior, centrémonos en el candidato que fue, y sigue siendo, el actual Presidente, Andrés Manuel López Obrador.

López Obrador se hizo gracias a sus adversarios, mientras su posición en el mapa político electoral era de oposición. Sus viajes a lo largo y ancho del país como líder social opositor al oficialismo le permitió conocer ese mundo que no era abordado, el eterno olvidado.

La clase socio económica cultural más baja de México permaneció en la obscuridad durante décadas; en la retórica, deslumbró por su ausencia mientras la misma se enfocaba en satisfacer y endulzar los oídos de la oligarquía y los ciudadanos en poblaciones urbanas.

Mientras la retórica oficialista se enfocaba en términos importados que eran de vanguardia entre un segmento acotado de la población mexicana, el candidato opositor empleaba su propia retórica, una que se permeaba en el imaginario colectivo como mensajes subcutáneos para quienes comulgaban con los mismos.

La retórica empleada fue una simple, bastó con nombrar lo innombrable en mensajes cortos, sencillos y atinados que eventualmente fueran bien recibidos por un sector poblacional amplio. Aunado a ello, la coyuntura se prestaba para que los mensajes resonarán por las calles del país sin estos enfrentarse a una distinción por clases sociales, el hartazgo generalizado se convirtió en el aliado perfecto.

El obradorismo se instaló en el lenguaje coloquial del mexicano, los términos de “fifí” y “chairo” se convirtieron en adjetivos calificativos polarizantes que son empleados con frecuencia sin dimensionar el efecto que con lleva su verbalización; inclusive, en el imaginario colectivo del mexicano existe una imagen estereotipada sobre como luce un “fifí” y un “chairo”.

El lenguaje obradorista se emplea y enfatiza todos los días en el país mediante la afamada conferencia matutina. Mientras los ciudadanos que se consideran opositores arremeten en contra de la actividad de “La Mañanera” olvidan la exigencia hacia los actores políticos que les representan, cuando los mismos se muestran débiles frente al poder discursivo de quien se oponen y no logran innovar en su retórica.

¿Por qué la clase opositora en México no logra retomar su narrativa? La falta de credibilidad se encuentra como una de las razones fundamentales, cuando el mensaje ya no tiene sustento en el remitente es que la permeabilidad del mismo se dificulta. A esto habría que agregarle la falta de enfoque en el discurso, no se conquistan nuevos electores, sino que se mantienen cautivos los conquistados, este punto se introduce como componente fundamental en la actual crisis de partidos políticos, donde el electorado indeciso no encuentra su lugar.

López Obrador se formó, creció y triunfo gracias a sus adversarios, irónicamente, es frente a los mismos que se sostiene. La retórica de López Obrador ya es parte de la cultura mexicana.

Conforme sus adversarios no aborden y digieran lo anterior, difícilmente podrán abatir un movimiento que se fortalece gracias a lo que ellos no logran descifrar: la retórica.